Comunicación

Por Martín De Ambrosio para La Nación


-No sé qué estudiar, papá –le dijo Manuela Gabriel a su padre cuando tenía 17 años y ya había fatigado de arriba abajo la Guía del Estudiante, una publicación que ayudaba a los desorientados que terminaban el secundario.

-Pensá al revés: qué es lo que querés entender.

-Quiero saber cómo funciona todo.

-Entonces estudiá física –cerró su padre un diálogo que Manuela aún recuerda. Porque en definitiva le hizo caso: se metió en la carrera que se cursa en Ciudad Universitaria, incluso sin idea de qué tipo de salida laboral podía tener. Hoy, unos años después y ya doctorada, trabaja como científica de datos en Globant, uno de los unicornios argentinos (esas empresas que valen más de mil millones de dólares), dedicada al software.

“La carrera te da herramientas casi sin que te des cuenta; no son solo datos sobre el campo eléctrico, sobre partículas o sobre el origen del universo, sino sobre cómo razonar, cómo aprender a resolver un problema, aprender a aprender”, dice a LA NACION. Antes de Globant, trabajó unos meses en una empresa de finanzas, donde hizo análisis cuantitativos y automatización de análisis. Ahora trabaja en las áreas de salud, farmacología, genómica, agro y sustentabilidad de la compañía.

Manuela Gabriel no es una excepción sino más bien una tendencia que hace que los departamentos de los llamados “recursos humanos” busquen cada vez más licenciados y doctores de una carrera que en el imaginario está más relacionada con la docencia y la investigación académica; o, en todo caso, con industrias con alto grado de tecnicidad (como el uso de láseres, por ejemplo).

Son esas cualidades mencionadas por Manuela las que provocan el interés de empresas bursátiles, bancos, compañías de análisis de riesgos, medios de comunicación, tarjetas de créditos, de videojuegos, de venta de viajes y turismo, de criptomonedas, de imágenes satelitales, de música, medicina, seguridad, y hasta de empresas que generan bots de Whatsapp. Todas ellas, en Argentina y el mundo, emplean físicos.

El reino de las opciones
“En los últimos diez años, en Silicon Valley (cuna de la innovación tecnológica californiana) contratan más físicos que programadores”, dice Pablo Mininni, ex director del departamento de física de la Universidad de Buenos Aires, al enmarcar un fenómeno que se repite en la Argentina. “Fue algo que cambió con la explosión de datos disponibles que usan las empresas en general y las fintech (finanzas y tecnología) en particular; sobre todo, aquellas nacidas por el uso casi universal de los teléfonos inteligentes”, define el también investigador principal del Conicet y coordinador del grupo y laboratorio FLIP de fluidos y plasmas.

Las empresas, entonces, tienen problemas para manejar y generar conclusiones de semejante magnitud de datos. Es ahí que entra el conocimiento dado por la carrera de física y donde aparecen paralelos, por ejemplo, entre la manera en que fluctúan las acciones en las bolsas de comercio y los gases en un sistema determinado.

Por eso, además de los empleos fijos para desarrollos y análisis, los físicos colaboran en asesorías concretas sobre riesgos, estimaciones de los precios de las acciones en el futuro; también en lo que se conoce como deep learning (aprendizaje profundo), una de las ramas de la inteligencia artificial que se usa profusamente para diversos desarrollos.

En términos relativos, las empresas deben disputarse camadas exiguas de físicos, dados los números de egresados en el país. En la UBA, que genera la mitad de ellos, son entre 30 y 50 los licenciados por año y alrededor de 20 los doctorados (con un 30% de mujeres, por sobre el promedio internacional).

“Necesitamos más físicos y más doctores en varios campos, generar más puentes entre la industria y la academia, además de terminar de cambiar ciertas malas lecturas en algunos departamentos de recursos humanos. Saltar el prejuicio de que somos los raritos de los números. En ese sentido, los físicos que ya trabajan con éxito en la industria funcionan como embajadores”, dice Mininni.

“Hay que tenerle menos miedo a los de Exactas”, dice Manuela Gabriel. “Yo también tenía prejuicios con los físicos, porque te imaginás a un Einstein despeinado que camina de modo singular, un bicho raro. Y ni hablar si sos mujer. Creo que de a poco eso está cambiando y la facultad se abre más a la sociedad”, dice. Entre los desafíos está aprender a llevar el lenguaje matemático a los no-matemáticos y hacerse entender por compañeros de trabajo con otro tipo de formación.

Ir y volver
El caso de Sofía del Pozo es similar al de su colega Gabriel, con un poco más de vaivén, si se quiere. Al terminar la secundaria dudaba entre filosofía o física, pero le interesaba más cómo la matemática podía explicar los fenómenos físicos. Su mejor amigo quería estudiar cosmología y hoy prepara su doctorado sobre el sol. “Es un físico estándar, de libro”, define del Pozo.

“En los últimos diez años, en Silicon Valley (cuna de la innovación tecnológica californiana) contratan más físicos que programadores”, dice Pablo Mininni.

Ella, en cambio, mientras esperaba una beca de doctorado, buscó trabajo en la esfera privada. Así fue como entró en un banco, para hacer análisis de datos. “Me encontré con bases de datos desorganizadas. Tenían una estructura que funcionaba, pero sabían de las transformaciones tecnológicas que se venían y del mayor uso de aplicaciones, la digitalización de muchos procesos, y querían mejorarla. Había nuevas necesidades para innovar dentro de ese marco, digitalizar todo el banco”, cuenta a LA NACION. Pero, ¿por qué un banco elige físicos para estas tareas y no, por ejemplo, programadores o ingenieros? “Los físicos están en vínculo con los datos, tienen una sensibilidad en combinación con una base matemática muy fuerte. Se trata de pensar los modelos en abstracto, combinar una cierta intuición con una lógica matemática de fondo”, señala.

Un año después, apareció finalmente la beca de doctorado del Conicet (sobre análisis de redes complejas aplicadas a redes sociales) y del Pozo volvió a la academia, pero no descarta una nueva experiencia en el ámbito privado, donde los salarios pueden hasta triplicar al ingreso de una beca (hoy una beca doctoral ronda los $80.000). “Fue interesante aplicar la formación de la carrera en áreas que no te imaginás; con gente que hace veinte años trabaja en análisis de riesgos. Mi participación fue dentro de ese grupo. Pensar modelos, usar datos de transacciones bancarias, detectar fraudes, ver de dónde salió la primera transacción fraudulenta”, cierra del Pozo.

Bio-medi-finanzas
Gastón Maffei, que también entró a la carrera de física sin saber qué iba a hacer cuando egresara, trabaja en un fondo de inversión de capital de riesgo (los llamados venture capital), que invierte en compañías de tecnología que recién comienzan, pero pueden tener crecimiento exponencial. “Mi trabajo es de analista: llegan las posibilidades de inversión y me ocupo de analizarlas y estudiar cuáles son buenas y cuáles no. Lo discutimos en equipo; una actividad súper interdisciplinaria”, dice y reconoce: “Como físico no hago cosas de físico. Estudiar física te da un marco, una estructura lógica para analizar situaciones sin conocimiento específico, encontrar lo esencial dentro de cierto marco de datos”, coincide con sus colegas.

Manuela Gabriel, por su parte, define a su trabajo como híbrido entre el análisis de datos con modelos matemáticos y la investigación en sí. Por ejemplo, analiza los datos generados de una app que motiva a los usuarios a hacer ejercicio, y hace inferencias “para optimizar los parámetros de probabilidad de que ese ejercicio suceda, maximizar el rendimiento y formar hábitos saludables”. Es más: también participa en el área de investigación en diagnóstico por imágenes a través de la inteligencia artificial para proveer mejores opciones de tratamiento y reducir el tiempo que lleva el diagnóstico y tratamiento de varias enfermedades.

Otro físico en la rama quizá insospechada de la medicina es Matías Ison, un argentino que actualmente es profesor de psicología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Nottingham (Inglaterra). “Sí, porque la psicología es una ciencia”, sonríe Ison desde el otro lado del océano.

“Todo tiene que ver con la interdisciplina; hay que desarmar el prejuicio fuerte en Argentina de que las disciplinas tradicionales no se pueden hacer ciertas preguntas de otras áreas”, explica. A él siempre lo fascinó la física como disciplina, pero también le da importancia a las herramientas que se utilizan en la física. “Un momento súper importante para mí fue cuando descubrí (gracias a Gabriel Mindlin) que construir un modelo que explicara un fenómeno físico podía también resultar útil en la biología y otros campos. Así fue como después de un doctorado en mecánica estadística me volqué a las neurociencias”, cuenta.

Parte importante del trabajo de Ison es interactuar con pacientes para investigar la formación de memorias. “Para eso, aprovechamos una oportunidad que se presenta en algunos pacientes epilépticos, a los que se les implantan electrodos cerebrales para ubicar en forma precisa dónde se originan las crisis epilépticas. Muchas veces (dependiendo exclusivamente de un criterio clínico) estos electrodos se ubican en áreas del cerebro que son fundamentales para la formación de memorias, lo que da una oportunidad increíble de atestiguar qué cambios ocurren en el cerebro cuando, por ejemplo, por casualidad nos encontramos con aquel viejo compañero de escuela en la estación de tren”, detalla Ison. La interdisciplina, por supuesto, es más que clave. “No quiere decir que necesariamente un físico haga modelos, que un ingeniero o ingeniera construya equipos. En general hay mucha más idas y vueltas, lo que hace que todo sea mucho fluido”, agrega.

En síntesis, las opciones de los físicos para salir de la carrera clásica son muchas y, en general, divertidas, según ellos mismos lo describen. “No son problemas repetitivos, todo el tiempo hay un desafío distintos”, dice Mininni. En eso están estos científicos que buscan saber cómo funciona todo, para, además de describir y entender el mundo, también modificarlo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/la-carrera-del-momento-sus-egresados-tienen-fama-de-nerds-pero-las-empresas-los-aman-nid20112021/

 

Durante el ciclo lectivo 2021 estudiantes de todas las etapas de la carrera tuvieron la oportunidad de volver a la facultad, más de veinte materias téorico-prácticas regresaron a las aulas así como los laboratorios de enseñanza. para que esto fuera posible, en  el Departamento de Física acondicionamos aulas para poder dictar materias de forma presencial y virtual en simultáneo; así como reacondicionamos la totalidad de los laboratorios de enseñanza. Por otro lado, se están llevando a cabo las instancias de evaluación en parciales y finales de modo presencial.

El profesor e investigador Enzo Tagliazucchi ha ganado el premio Enrique Gaviola 2020 de la Academia Nacional de Ciencias por sus excepcionales antecedentes científicos en el área de Física, Matemáticas y Astronomía.

Noticia

Dr. Enzo Tagliazucchi

Tiene 38 años de edad. Es Licenciado en Física en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con promedio 9.50. Doctorado en la Goethe University Frankfurt am Main, Alemania 2015. Cuenta con Posdoctorados en Francia y Holanda.
Trabaja en dinámica cerebral partiendo de la perspectiva de la física de los sistemas complejos (interfase entre la física y las neurociencias). Actualmente su trabajo se centra en investigaciones sobre el uso de neuroimágenes y métodos de la física estadística para comprender los estados no-ordinarios de conciencia y la dinámica cerebral general. Es Investigador Adjunto del CONICET, Profesor Adjunto en la FCEN-UBA  y en la Universidad Adolfo Ibañez (Chile).
Ha publicado en revistas de alto impacto como NeuronPNASCurrent BiologyPhysical Review LettersScience Advances o Nature Communications.
Desde su regreso al país en 2018 es director del Laboratorio Interdisciplinario de Conciencia Cultura y Complejidad (IFIBA y Depto de Física –FCEN, UBA-); es director o co-director de 5 tesis doctorales en curso, 2 becarios posdoctorales y 1 investigador. Ha publicado 74 trabajos en revistas internacionales, en 30 de sus publicaciones tiene filiación en Argentina (3 de su etapa pre-doctoral en el país).
Fue Profesor Adjunto o invitado en 8 Universidades del país y el exterior, y dictó 31 seminarios como invitado en distintas instituciones del mundo. También es miembro del comité editorial de 3 revistas internacionales.
Además de sus trabajos como investigador, el Dr. Tagliazucchi participa activamente en trabajos de extensión: ha realizado una charla TED X, escrito varios artículos de difusión científica y participando en charlas en escuelas secundarias.

Desde hace años, un grupo de científicas y científicos argentinos viene estudiando lo que hacen las aves durante el sueño. En una investigación reciente, y a diferencia de lo realizado hasta el momento, llevaron a cabo un trabajo con benteveos, aves que cantan en forma innata y que son poco estudiadas en los laboratorios.

*Lis Tous

Conocido popularmente como “bichofeo” por la similitud onomatopéyica de la frase con su canto, este animal de pecho amarillo, pico negro largo con terminación de gancho y una línea blanca sobre los ojos puede escucharse en casi toda América. Son aves suboscinas, cantan de forma innata. En el laboratorio, cuando el ave está completamente dormida, unos pequeños electrodos puestos en sus músculos fonadores detectan activaciones, aunque no haya sonido alguno. Es decir, el sueño provoca un canto silencioso. Hace unos años, el director del Laboratorio de Sistemas Dinámicos del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Gabriel Mindlin, https://nexciencia.exactas.uba.ar/canto-aves-pajaros-neurociencias-diamante-mandarin-gabriel-mindlin', 'demostró junto a otros colegas']);" target="_blank" rel="noopener noreferrer" style="margin: 0px; padding: 0px; color: rgb(21, 74, 127); font-weight: 700; text-decoration: none; border-bottom: 1px solid rgb(204, 204, 204);">demostró junto a otros colegas que la actividad neuronal podía observarse a nivel muscular.

“Para esta investigación trabajamos con cuatro ejemplares de benteveos. Para nosotros es muy importante el trato con los animales. Hicimos la captura mediante la autorización de la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia de Buenos Aires. Las aves se transportan al laboratorio, pasan unos días adaptándose, luego se realiza una cirugía para insertar los electrodos en el músculo, hacemos el experimento, se sacan nuevamente los electrodos y las aves vuelven a su hábitat natural”, enfatiza Juan Doppler, uno de los autores delhttps://royalsocietypublishing.org/doi/abs/10.1098/rspb.2021.0610', ' último trabajo']);" target="_blank" rel="noopener noreferrer" style="margin: 0px; padding: 0px; color: rgb(21, 74, 127); font-weight: 700; text-decoration: none; border-bottom: 1px solid rgb(204, 204, 204);"> último trabajo del grupo.

Los científicos no han encontrado las estructuras neuronales que controlan el canto de los benteveos que, a diferencia de las aves que sí aprenden (oscinas), no poseen un sistema de núcleos neuronales especializados en cantar, sino que explotan estrategias relacionadas con la biomecánica que les permiten producir vocalizaciones más complejas.

“No conocemos mucho de cómo se controla a nivel neuronal el canto en las aves suboscinas. Si quisiéramos colocar electrodos en el cerebro del ave y observar cómo se activan sus neuronas mientras duerme no sabríamos dónde hacerlo. En cambio, sabemos cómo hacer eso en los músculos de la siringe, su órgano fonador. Enfocarse en la biomecánica de los músculos fonadores de los pájaros es como abrir ventanas hacia el sueño, interpretarlo de forma más directa”, explica Doppler.

“La estereotipia del canto se convierte en un patrón de comportamiento: mientras sueñan, la actividad puede variar, pero resulta muy similar a lo que hacen mientras cantan durante el día. En particular, sus patrones de actividad muscular tienen una frecuencia definida; durante la noche esa frecuencia se ve significativamente reducida, lo hacen con lentitud; también juegan más, se permiten variaciones”.

Celosos de su territorio, cuando los invade un competidor en su espacio emiten una vocalización particular que se llama trino, aletean y muestran la corona que mantienen oculta. ¿Hacen lo mismo durante el sueño? Los investigadores se sorprendieron con la respuesta. Para comprobar que las aves dormían y los registros de actividad correspondieran al sueño y no a la vigilia, colocaron cámaras con luz infrarroja para espiarlos (ver imágenes abajo). “Mientras duermen practican el canto, llaman a su pareja o pelean, ejercitan el trino a nivel muscular”, cuenta Doppler y agrega: “Por otra parte, se inhiben la respiración -por eso no cantan mientras duermen- y también los movimientos de las alas. Esos movimientos desaparecen con el sueño, no así las señales, del orden de cien milisegundos a medio segundo, que nosotros pudimos detectar y estudiar”.

“Nos interesa saber qué hacen de noche porque queremos ir hacia el comportamiento. Es decir, estamos trabajando para saber cómo se procesa esa información que llega al músculo, de noche, y cómo se convertiría en sonido para así escuchar lo que están soñando. Es un trabajo que desde hace muchos años se viene haciendo en el laboratorio, a partir del cual se han construido modelos que permiten hacer estas traducciones. En este caso particular, buscamos adaptarlo a los benteveos porque tienen dos fuentes sonoras, dos pares de labios que actúan juntos”.

Doppler reconoce que hay una pregunta que rodea a cada estudio: ¿cuál es el rol que cumplen estas prácticas? “Sabemos que en las aves oscinas el sueño tiene un papel importante en el aprendizaje del comportamiento vocal, les resulta necesario para afianzar. Lo mismo ocurre con otros animales como los ratones. Las aves suboscinas son vecinas, filogenéticamente hablando, de las que sí aprenden; están muy cerca en términos evolutivos. Entonces, nos interesa saber si esto que sucede es anterior al aprendizaje, o no. Y tenemos algunas pistas”.

La actividad neuronal de las aves que observan, modelan y analizan una docena de personas en el Laboratorio de Sistemas Dinámicos son, en definitiva, átomos bailando al ritmo del azar evolutivo, parafraseando a Gabriel Mindlin, el hombre que oyó por primera vez qué sueñan los pájaros en un laboratorio de Exactas UBA.

Publicado originalmente en NexCiencia

El nuevo espacio del Departamento de Física busca vincular la institución con empresas e industrias a través del diálogo con diferentes actores, así como pensar estrategias de posicionamiento para graduadas y graduados en el mercado laboral actual.
El primer evento se realizó el 20 de mayo, participaron empresas que utilizan grandes cantidades de datos y valoran la capacidad analítica y creativa de profesionales formados en ciencias físicas para abordar problemas complejos.
​​​​​​​La reunión resultó muy productiva e inauguró un canal de comunicación donde recibimos cinco ofertas laborales en pocas horas.
Para quienes deseen conocer más sobre la iniciativa pueden hacerlo a través del sitio web. También los invitamos a sumarse.

innova.df.uba.ar

DF es docencia, investigación y popularización de la ciencia.